Todos los expertos, proyectos educativos, declaraciones políticas, docente, afirman que es importante el desarrollo integral de la persona, sin embargo, seguimos pegados en pensar que el cerebro funciona solo, automáticamente, desconectado de las emociones y sus vínculos. ¿Quién está midiendo cuánto amor, respeto y escucha recibe ese estudiante para que aprenda efectiva y significativemente? ¿Cuándo los indicadores de una evaluación docente, medirán las estrategias pedagógicas que promuevan un vínculo sano que favorezca el aprendizaje?
A+fectividad es E+fectividad, cualquier relación que tenga como propósito “afectar” a otro, requiere, valga la redundancia, del afecto para tener efecto.
No se puede dar lo que no se ha experimentado, por ello, mejorar las condiciones de calidad de vida del docente, validarlo y reconocerlo como un profesional experto en el crecimiento sano, en la autoestima y promoción humana, son las claves para dotar a una sociedad de educadores responsables y asumidos de la relevancia del ejercicio de su profesión.
Nos sorprendemos frente a la negligencia médica que trunca la salud de un ser humano, pero las discapacidades y parálisis que puede provocar en un estudiante un docente presionado, maltratado, sin valoración y respeto social, son imperceptibles a simple vista, pero de una gravedad que lo marca para el resto de la vida.
Sin duda, en la relación enseñanza y aprendizaje “un gesto vale más que mil palabras”…